Grabadores en una Sala de Cristal
Violeta
Parra
Mediodía en el
puerto; estaba algo nublado. Muchos cafés abiertos con sus mesas en la vereda se
veían repletos de personas como cualquier viernes.
En calle Serrano el
enmarcador estaba afinando los últimos grabados para entregarlos en la sala.
Algunos grabadores terminaban su jornada docente en las universidades; otros en
sus talleres.
En esos instantes
en la sala El Farol de la calle Blanco se colgaban a toda velocidad los últimos
grabados que habían llegado y los catálogos ya estaban en la sala. Se
inauguraba a las siete de la tarde una gran exposición colectiva aquel día.
Días antes se
habían inaugurado variadas muestras de grabado en Valparaíso, como Grabados
Orgánicos del maestro Jorge Martínez en CasaPlan o la del Instituto Chileno
Norteamericano de Cultura, la muestra Matriz - Edición=Grabado del
taller de grabado liderado en la actualidad por el maestro Marco Antonio
Sepúlveda.
En cambio, la muestra
de la sala el Farol de aquel viernes de octubre sería singular. Titulada Grabado
Manifiesto, reuniría a unos 60 grabadores de la región de Valparaíso. El
objetivo era la visualización de diversos lenguajes estéticos o de su
experimentación en cuanto a la técnica y el quehacer artístico que tenía lugar
en esos momentos en torno al grabado. Participaron relevantes grabadores, instituciones
y talleres de grabado de la zona. Pretendía ser una propuesta diferente a la de
la primera versión de Grabado Manifiesto ideada en el marco del ciclo
Sentimental por el crítico de arte Justo Pastor Mellado[2],
quien propuso exhibir unos 100 grabados enmarcados y colgados todos juntos como
un gran cuerpo de obra en un solo muro.
Comenzó la
inauguración. Como nunca antes se habían reunido todos los grabadores importantes
de la región, junto a aquellos que recién se iniciaban en el oficio. Vinieron
los discursos respectivos, conversaciones casuales entre los asistentes, quienes
brindaban con espumante en copas en las que flotaban flores rojas de formas exóticas
o más bien depredadoras, que subían lentamente hasta el borde. Música y más
brindis. Se hablaba de las obras exhibidas, de las antiguas exposiciones, de
crear una asociación de grabadores a nivel nacional, de lo difícil que resultó
llegar a la inauguración por el excesivo tráfico, etc. La prensa sacaba
fotografías de rigor. Unos observan distraídamente las obras colgadas, otros no
se apartan de la mesa del cóctel.
Al final del evento
llega Mario desde Santiago relatando el caos inusitado que estaba sucediendo en
las estaciones del metro. Nadie sabía la dimensión de los acontecimientos que
estaban ocurriendo en el momento y tampoco le dieron mayor importancia. Muchos
se miraron asombrados y siguieron la fiesta del grabado brindando con más
espumante.
Alejandra y Juan
conversan sobre la temática contestataria de sus grabados, otros conversan
sobre la crítica a los medios de comunicación o al sistema hegemónico de los
medios periodísticos. Aldo sonríe al escuchar de un joven grabador que lo
interpelaba sobre la imagen de su obra juzgándola de complaciente. Más allá Robert
les explica su grabado conceptual de grandes dimensiones a un par de directores
de museos. Entre la multitud el dueño de una pequeña galería de Valparaiso
pasea para detectar qué grabado es factible para vender en su negocio.
En un momento Gerardo
observa por el gran ventanal de la sala que da a la calle a pequeños grupos de
estudiantes corriendo de un lado para otro, agrupándose en esquinas. No le
llama tanto la atención; puede que sea un carrete de los tantos de las noches porteñas
o una celebración de un equipo de futbol. En la calle están fumando los
artistas que se aburrieron de toda la parafernalia y de lo mismo de siempre. Conversan
cómo poder sobrevivir con su arte, ideando proyectos o tratando de postular a
fondos públicos casi inexistentes.
Se van apagando las
luces de a poco, ya no queda nada de comida ni tragos, los asistentes ya están
cansados y se van retirando.
Aquel evento fue
una metáfora del país antes del estallido social del 18 de octubre de 2019. Tal
como aquellos artistas estaban en la inauguración dentro de una caja de cristal
frágil, transparente, desde la que ves y no ves lo que sucede en la calle, al
otro y los otros, protegidos a medias en un lugar que aparentemente les
pertenece, pero nunca es completamente de ellos.
Los grabadores que
trabajan en educación o en organismos institucionales luchan a diario contra un
sistema mediocre y absoluto. Los independientes no pueden dedicarse por
completo al arte para vivir. Los que estaban en galerías son esclavos a los caprichos
estéticos del director o de un sistema de mercado banal y especulativo. Si
describimos solo algunos ejemplos de un sistema que ha sido por décadas abusador
para el mundo del arte y la cultura, fomentado muchas veces por los mismos
artistas, temerosos de cualquier cambio, o simplemente conformistas por falta
de visión o coraje para cambiar algo que no les favorece, nos daremos cuenta de
que lo mismo estaba sucediendo en Chile antes del estallido social.
Lo Social, significa lo perteneciente o relativo a una sociedad, sin olvidar lo que una sociedad significa: esta consiste en un conjunto de individuos que comparte una misma cultura interactuando entre sí para establecer o conformar una comunidad. Si tomamos en cuenta esta definición podemos plantearnos. ¿Cómo aparecieron representados los problemas sociales en el grabado después del estallido social? Sin duda esto se vio reflejado en forma inmediata en las ciudades de todo Chile por medio del cartel, del esténcil, de la fotocopia y la serigrafia, métodos usuales, fáciles, rápidos y de bajo costo para usar en las calles.
Todavía falta por reflexionar y analizar el
cambio y mirada que tendrá la imagen tanto del grabado como del país en estos
procesos de cambio tan deseados, esperados por una sociedad que tuvo que
reaccionar a través de sus estudiantes.
Antonella Auda
Artista
visual
Magister
en Arte y Patrimonio.
Fotografía A.R.A
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