Atmósferas de Luz en el Tiempo
“Agua, puro elemento, dondequiera abandonas
tu mansión subterránea, hierbas verdes y flores
de brillante color y plantas con sus bayas,
surgiendo hacia la vida, adornan tu cortejo…”
William Wordsworth
En la primera mitad del siglo XIX, en medio del gran período de transformación cultural impulsado por el Romanticismo, la pintura de paisaje se abrió a nuevos caminos y nuevas intenciones. Rehuyendo de las estrictas imposiciones del academicismo pictórico, pintores como Joseph Mallord William Turner y John Constable se empeñaron en la búsqueda de nuevos lenguajes pictóricos que permitieran plasmar en el lienzo la experiencia personal del ser humano frente a la contemplación de la naturaleza. Ellos destacan entre los primeros en estudiar y adentrarse en la representación del paisaje desde una perspectiva diferente, plasmando la naturaleza mediante el uso de herramientas expresivas y gestuales, liberando al paisaje de la limitadora carga de los estereotipos neoclásicos. Su objetivo era retratar el instante íntimo, la vivencia emocional subjetiva del contacto con el entorno. Para eso acudieron al uso de la luz y la mancha en forma de valores cromáticos, privilegiando la presencia de masas de color por sobre el artificioso predominio del dibujo y el control de las formas, logrando de esta manera otorgar un nuevo carácter y sentido a la representación pictórica.
Al observar la obra de Paz Ríos Aldea no podemos dejar de establecer una analogía con los pintores románticos ingleses, ya que la construcción de su pintura comparte ese origen íntimo y reflexivo. Paz no realiza en su pintura de paisaje una simple transcripción visual de la naturaleza. No nos ofrece una muda representación mimética, sino, por el contrario, busca plasmar en sus imágenes la experiencia humana del diálogo con el paisaje.
Ríos Aldea utiliza una selectiva paleta cromática de tonos fríos, destacándose una amplia gama de verdes, así como la utilización de efectos luminosos en ciertos puntos de la composición que dan la sensación de profundidad en los horizontes. Dichos efectos visuales transmiten un carácter de melancolía en casi todas sus obras. Su aproximación a la práctica tanto en el estudio como in situ le permite captar exactamente la luz en diferentes horas del día. Su manejo rápido y libre de la espátula favorece una soltura en la mancha, que le permite entregar fuerza al gesto por sobre la forma y recuperar la luz y el color para generar atmósferas de permanente tensión. Estas atmósferas, solidificadas en una imagen vibrante, presentan un efecto de dramatismo que transmiten una fuerza sensorial al espectador cuya potencia está en las interrogantes de lo que puede pasar o de lo que sucedió. En otras palabras, una quietud repleta de latencia. Ejemplo de esto son los cuadros titulados Gran Orilla, Paseo Matutino y Jardín Perenne, relatos subyacentes en un escenario frío donde todo es orgánico, donde se superponen líneas rítmicas en un paisaje al amanecer o al atardecer.
En casi toda su obra la utilización de manchas - logradas a través del uso de diferentes tipos de espátula- entrega un carácter de esbozo que da lugar al misterio. Nos ofrece así paisajes con claras evocaciones de recuerdos de su niñez y adolescencia en Valdivia, acudiendo, sin embargo, a un lenguaje universal que no limita la lectura a un territorio específico.
A través de una mirada atenta podemos inferir en cierto modo que el paisaje la hizo pintora impregnándola de claroscuros, de infinitos verdes, grises verdosos y certeros ocres; de ríos gélidos, de aguas calmas, de estanques misteriosos, de follajes secretos, elementos que permiten al observador trasladarse a la contemplación de escenarios recónditos, cautivadores, llenos de sutil encanto. Esta es la veracidad del arte de Paz Ríos Aldea.
Antonella Rojas Auda Magister en Arte y Patrimonio/Artista Visual Otoño 2024